miércoles, 14 de enero de 2015

LA LARGA HISTORIA DE LA CERVEZA EN EXTREMADURA

Aunque se supone que nuestros antepasados ya la disfrutaban desde mucho antes, los datos más antiguos que demuestran la elaboración de cerveza en nuestro país se remontan al 3000 aC, concretamente en la cueva Can Sadurní, en el Baix Llobregat. Pese a no contar con investigaciones que profundicen en los detalles se da por hecho que a lo ancho y largo de todo el Mediterráneo se elaboraba y consumía cerveza desde hace miles de años. Así lo demuestran múltiples hallazgos de molederas de grano y utensilios de cerámica que pueden relacionarse con el proceso cervecero.
Su denominación primitiva era  Caelia y aunque sabemos que era una bebida habitual entre los pueblos prerromanos que habitaban la Península, no sabemos cuánto se parecía aquella bebida alcohólica elaborada a partir de la cebada a lo que hoy conocemos como cerveza.  Gracias a los cronistas conocemos que existían, al menos tres estilos diferentes de cerveza : La Caelia (propiamente dicha), la Cerea y la Zhytium. El vino no acabaría por generalizarse en toda la región mediterránea hasta la llegada de las legiones romanas con el cambio de era. Para los colonizadores romanos, la cerveza era considerada como una bebida con connotaciones negativas más propia de los bárbaros.
Con la decadencia y caída del imperio romano y con las consiguientes invasiones de pueblos centroeuropeos, la costumbre de elaborar y consumir bebidas alcohólicas obtenidas a partir de la cebada se vuelve a imponer sobre las obtenidas de la uva. Dadas las favorables condiciones de la península para el cultivo de la vid, la elaboración del vino persistiría y conviviría con la de la cerveza durante un tiempo. Pero todo comenzaría a cambiar de nuevo a partir del año 711, con la irrupción de los musulmanes en la Península. En efecto, tras la disolución de los reinos visigodos, el consumo de bebidas alcohólicas se convertirse en escaso y las referencias documentadas acerca de nuestra bebida prácticamente desaparecen. De lo poco que se sabe acerca de la cerveza durante la Edad Media en España es que se elaboraba en los monasterios y era aromatizada con mirto y lúpulo. No es hasta finales de la época medieval cuando se comienza a generalizar el uso de lúpulo.


Durante buena parte de la Edad Media, la producción cervecera quedó relegada a los conventos y monasterios.


 No hay noticias acerca de la cerveza en Extremadura hasta el año 1519, cuando el emperador Carlos I de España llega a nuestro país. Como amante del buen yantar y buen beber, el monarca llega acompañado de una corte de maestros cerveceros. 36 años después, tras abdicar, busca su retiro en un apartado rincón del imperio, en Yuste. Y lo hace acompañado de un equipo de artesanos entre los que destacaba el maestro cervecero flamenco Enrique Van der Thehen. En 1556, un año después de su llegada, ya tenía montada una cervecería aneja al monasterio de Yuste que proveería de cerveza a Carlos I. Ya en el siglo XVII, Felipe II arraiga definitivamente la cerveza en España, importando equipos y profesionales de Centroeuropa e iniciando una producción que no cesaría hasta nuestros días (Ya en el siglo XX, aparecería una cerveza que intentaría emular, a efectos de imagen, la receta de Carlos I. Así aparece “Legado de Yuste”, cerveza totalmente industrial que, aunque no es extremeña y es elaborada industrialmente por Heineken, ha inducido quizá a algo de confusión acerca de su origen y elaboración).
A finales del s.XVII en Madrid se producían unos 250.000 litros de cerveza anuales. Dado el auge que adquiría la bebida poco a poco, captó la atención de los monarcas que debían de encontrar formas para sufragar los dispendios con los que esquilmaban las arcas públicas. Así, Carlos II, El Hechizado, dispuso en 1676 un impuesto extraordinario sobre la cerveza para pagar los gastos de su boda con María Luisa de Borbón (Desde entonces y hasta nuestros días, para los efectos, poco ha cambiado, y la cerveza continúa siendo gravada por impuestos que no atañen, por ejemplo al vino, bebida con más graduación alcohólica y que, al contrario que la cerveza, es considerada legalmente como alimento). Los intentos por controlar a esta bebida alcanzan su máximo cuando en 1701 su producción se convierte por decreto en monopolio del Estado. Tras la Guerra de la independencia, en 1813, comienzan de nuevo a aparecer nuevas factorías privadas.  A mediados del siglo XIX son numerosas las pequeñas fábricas existentes en España y se inicia el cultivo del lúpulo a gran escala en la meseta norte. Hasta entonces, las cervecerías habían dependido totalmente de las importaciones de Alemania y Bélgica.

Anuncio de "La Extremeña", cervecera de Llerena que funcionó hacia 1955


A comienzos del siglo XX ya se producen quince millones de litros anuales de cerveza en España y comienzan a surgir las grandes compañías cerveceras. Por esas fechas comienza a funcionar en Badajoz las fábricas de Luis Montalbán y de Aquilino Portillo respectivamente(Ambas entre 1890 y 1905). Otras pequeñas fábricas de la época son la de César Guillardi en Olivenza (1890 - 1905); las de Juan Cuesta (1930) y la de Ernesto Quirós (1930) en Don Benito; la de D. Rodríguez en Villafranca de los Barros (1935-1940); la de Julián García (1930) en Zafra y las de “Cervezas La Extremeña” (1955) y Julián Rodríguez (1930) en Llerena (esta última, posteriormente se trasladaría a Mérida y pasaría a llamarse “La Emérita” donde fue absorbida por "La Cruz del Campo"). Estas son algunas de las pequeñas fábrica que comienzan a proliferar en Extremadura y en toda España, convirtiendo a la cerveza en un producto muy implantado en las clases populares. Estas pequeñas fábricas poco a poco aumentarían su producción y acabarían siendo absorbidas por cerveceras mayores. Tal es el caso de la cervecera EL Gavilán, implantada en Mérida en 1959. En 1970 Cervezas el Águila compra todas sus acciones y en 1989 Heineken absorbe a Águila y la factoría emeritense cierra sus puertas.



Los inicios industriales cerveceros en España coinciden con el desarrollo de un estilo concreto de cerveza en la ciudad de Plzen (Actual República Checa). Se trataba de una cerveza elaborada con maltas poco tostadas, muy clarificada y carbonatada y con un amargor muy ligero procedente de los lúpulos Saaz. Estas cervezas darían en llamarse “Pilsner” y serían las que se pondrían de moda en aquel momento en Europa y las que se propagarían en todas las nuevas cervecerías españolas. Por primera vez, y gracias a los equipos de frío industriales y a las mejoras tecnológicas, se comenzaron elaborar en nuestro país cervezas de baja fermentación, pues hasta entonces todas habrían sido de tipo Ale.   


El ocaso y cierre de la extremeña Cerveza Gavilán fue un caso típico de la ola de absorciones de pequeñas y medianas cervecerías por parte de grandes empresas a mediados y finales del siglo XX.

Con la Guerra Civil, la producción de cerveza se interrumpe prácticamente, hecho que se agrava durante la posguerra, debido a la carestía de materias primas. Para cuando la cerveza comienza a resurgir de nuevo en España, lo hace en los sesenta de la mano de la explosión del turismo. La cerveza se populariza definitivamente a la vez que se arraiga su concepto como bebida de refresco, tan distinto al concepto de cerveza de degustación o para beber durante todo el año, de países con más tradición cervecera.





Durante los setenta, el consumo de cerveza sigue aumentando hasta que en 1982, por primera vez en la historia de nuestro país, iguala al del vino. Desde entonces el consumo de cerveza en España no ha dejado de aumentar así como la distancia que le separa del vino. A finales del siglo XX se empiezan a ver en los mercados algunas marcas de importación que rompen tímidamente el monocromo panorama de las Pilsner españolas. Los consumidores comienzan a descubrir que hay todo un mundo más allá de las cervezas ligeras, pálidas y muy frías que inundan nuestros bares y tiendas. Parece que poco a poco comienza a intuirse lo que está a punto de suceder.

Y es que, llegados a este punto de la historia, comenzando el siglo XXI, empieza a tener presencia en nuestro país y en Extremadura un interesantísimo fenómeno que vendrá a revitalizar el mundo de nuestras cervezas. Se trata de la irrupción de las cervezas artesanas. Pero eso es un capítulo que bien merece un próximo artículo.

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